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El juego desestructurado: La mirada del adulto
Publicado :
16/03/2021 12:14:38
Categorías :
Elementos de juego
El juego es y será, como citó Albert Einstein, la forma más elevada de la investigación. Pero, ¿Cuánto tiempo le dedicamos al juego en casa o en la escuela? Y nos referimos al juego libre, espontáneo, y en concreto en este post, al juego desestructurado; no a actividades dirigidas por un adulto con un objetivo específico.
Hablamos de un juego que sin ser "nada" puede serlo todo. Un juego que afortunadamente no se mide, ni se evalúa, pues cuando el juego se instrumentaliza, pierde su propósito.
Y es que en el juego desestructurado, nosotros, los adultos, no debemos plantearnos qué o cuánto aprende nuestros hijos y/o alumnos; pues nuestro único rol es procurar que la experiencia de juego sea rica y variada.
¿Cómo preparar el juego desestructurado?
Ahora, ¿Qué necesitamos para que el juego desestructurado se produzca?
Pues tan solo tiempo para jugar, buenos materiales y espacio; y con espacio nos referimos a lo que la prestigiosa pedagoga italiana Maria Montessori describió como ambiente preparado. Un espacio en el que nuestras pequeñas y pequeños tengan los materiales a su disposición, y no “escondidos” en armarios, o amontonados en cajones, con el único propósito de mantener el orden; un espacio en el que se sientan libres para observar, manipular, experimentar, explorar… ¡Crear!
Por cierto, si queréis consejos y ejemplos de cómo disponer ese espacio, os podéis descargar gratis nuestro ebook "Cómo preparar un espacio de juego en casa" en este enlace:
Y aún cuando conseguimos que estos tres aspectos se den, es frecuente encontrar testimonios de familias que expresan que sus hijos no hacen lo que "deberían" con éste u otro material.
En más de una ocasión, mamás y papás aseguran que pasan de un material a otro, sin prestar apenas atención, y desordenan sin "resultado", utilizando términos de medición para el juego.
La mirada del adulto en el juego desestructurado
A partir de la observación anterior me gustaría que nos detuviéramos a reflexionar acerca de qué es lo que estamos esperando del juego. Y ese objetivo o propósito, ¿Quién lo espera? ¿El niño? ¿O el adulto?
Personalmente, siempre me ha gustado partir de la premisa de que los materiales nunca pueden acabar siendo más importantes que quien los usa –el niño/la niña–. Sin embargo, siento que en esta sociedad de la inmediatez en la que todo lo exigimos muchas veces para ayer, vivimos tan obcecados con que nuestros hijos y/o alumnos se conviertan en algo, que con la vista puesta en el hacer, nos olvidamos del SER. Y en un mundo tan cambiante, ser es lo más importante.
A menudo, el verdadero obstáculo para que el juego libre se suceda, es precisamente el adulto a cargo del cuidado del niño que en nombre del amor, ha ido frenando su autonomía. El discurso que con frecuencia se repite es que como son pequeños, necesitan que les enseñemos, y hagamos las cosas por ellos.
Ahora, ¿considerarles pequeños es verdaderamente la razón? ¿O es que quizás creemos que no disponen de las habilidades suficientes para hacerlo por ellos mismos? ¿Tenemos prisa y nosotros podemos hacerlo más rápido? ¿O es queremos evitar que les salga mal y se frustren?
Queremos niñas y niños que cuando crezcan sean independientes, resilientes, asertivos, con una gran fuerza de voluntad… Pero mientras sean pequeños, los preferimos moldeables, obedientes y hasta pasivos. Esto queridas familias, es una incongruencia. ¿Pues cómo vamos a lograr que jueguen solos, y hasta hagan "construcciones excepcionales" si ni tan siquiera les hemos permitido llevarse la comida a la boca?
"El adulto erróneamente imagina que puede realizar desde fuera un trabajo creativo, estimulando, ofreciendo directrices y sugerencias, a fin de que en el niño se desarrollen la inteligencia, el sentimiento y la voluntad. Crearé al hombre a mi imagen y semejanza. La soberbia fue el primer pecado del ser humano" escribe María Montessori en El niño, el secreto de la infancia.
Frenar la autonomía de nuestras pequeñas y pequeños puede ocasionar incompetencia, rencor, rabia, desamparo, frustración e incluso dependencia en la edad adulta.
El juego desestructurado, en torno al que conversamos hoy, desempeña un papel muy importante en el desarrollo del niño, pues influye en la capacidad de concentración, íntimamente ligada al desarrollo cognitivo y al progreso educativo –pues se trata de un juego que invita a desarrollar la creatividad–.
De entre los diferentes elementos disponibles en el juego desestructurado, nuestras hijas e hijos piensan y construyen su propio juego: seleccionan, distinguen, comparan, colocan en serie, tapan, destapan, apilan, introducen, encajan, hacen rodar, equilibran, construyen…
¿Qué debe hacer pues el adulto frente al juego desestructurado?
Nuestro papel será el de facilitador/a, una figura que Carl Rogers (1902-1987) describió como una persona que acompaña cualquier momento de la vida de manera consciente y respetuosa, y que crea un ambiente cálido, acogedor y sin juicio, en el que la persona acompañada se siente libre y segura para ser quién es.
El juego desestructurado es un enfoque y no una receta. Al principio, delimitar el espacio de juego con una alfombra o bandejas por ejemplo es importante para ayudar a nuestras pequeñas y pequeños a focalizar la atención. A medida que vaya adquiriendo mayor movilidad, con tiempo, dedicación y cariño, sentirán una necesidad cada vez mayor de explorar y experimentar con los materiales que pongamos a su alcance; crearán minimundos, darán forma a diversas realidades… Ciudades, puertos, pueblos, restaurantes, mercados, playas, bosques, selvas, acantilados… El límite lo pone su imaginación. Jugar es vivir. Más pronto que tarde regresará el orden a nuestros hogares. Mientras tanto ¡vive!
¡Feliz juego familia!
Carla Peña
Fundadora de earlychildfood.com
Guía Montessori
Educadora de Familias certificada en Disciplina Positiva